LAS GUERRAS INTERMINABLES DE ÁFRICA

La violencia es la causa principal de la pobreza en África, pero existe una solución tan sencilla como imposible.

Fernando García Marín

28 de agosto de 2022

Resumen ejecutivo

  • Muchos países africanos han experimentado un notable desarrollo en las últimas décadas, pero otros muchos han retrocedido, inmersos como están en situaciones de violencia crónica o guerras más o menos larvadas.
  • La violencia es la raíz de la peor pobreza en el mundo.
  • La reaparición de líderes belicistas es una de las peores lacras de la humanidad, y sin embargo sólo ellos tienen las llaves de la paz en estas zonas asoladas por el conflicto.

El fin de las guerras, una fantasía

En algunos periodos históricos, la fantasía de la desaparición de las guerras se consideró posible. 

Uno de esos momentos de optimismo generalizado se produjo a principios del siglo XX, cuando -como recuerda el economista Jeffrey Sachs- el progreso científico y tecnológico y la creciente interdependencia de las economías nacionales llevaron a muchos a creer que la guerra era algo tan anticuado e irracional que ninguna aventura militar de una potencia contra otra podía reportar beneficios económicos al agresor. 

Poco después se desencadenaron las peores guerras de la historia, con resultados devastadores para agresores, agredidos y espectadores.

El siglo XXI empezó mal en este sentido. Afganistán, Siria, Libia… las guerras de hoy difieren mucho de las antiguas. Menos ejércitos convencionales involucrados, y más grupos terroristas, más señores de la guerra y grupos de mercenarios, que reciben el apoyo soterrado de algunos países, en guerras indirectas o a distancia (proxy), guerras de baja intensidad o situaciones de violencia crónica, endémica.

Los ejemplos abundan, como Somalia, el Congo o el Sahel -zona geográfica que abarca Burkina Faso, Chad, Malí, Níger, el norte de Nigeria y Sudán del Sur-. Es en estas zonas donde la desaparición / inoperancia de los Estados y sus instituciones mantiene a las poblaciones como rehenes de diversos grupos armados en una situación de extrema pobreza, baja esperanza de vida y tasas de mortalidad infantil disparadas. 

Las guerras civiles, guerras entre países vecinos, guerras religiosas… son mucho más frecuentes en África que en cualquier otra parte del mundo. Según el Banco Mundial, la mayoría (54%) de quienes vivían en zonas frágiles y afectadas por conflictos en 2015 se encontraban en el África subsahariana. 

Y, hoy en día, las personas que viven en países inmersos en conflictos violentos crónicos tienen 10 veces más probabilidades de ser pobres que las personas que viven en países que no han sufrido conflictos en los últimos 20 años (Banco Mundial: Understanding Poverty).

Mapa

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Fuente: Google Maps

No cabe duda de que la violencia es, con mucho, actualmente, la principal causa de pobreza extrema en el mundo, y además, de la peor clase de pobreza.

Los pobres en zonas de guerra y conflictos armados no sólo son pobres, sino que son asesinados, torturados, violados, secuestrados, expulsados de sus hogares y de sus tierras, utilizados como mercancía, como animales de carga, como fuerzas de choque, como rehenes…  La violencia saquea y destruye el patrimonio de las comunidades y sus medios de vida -construidos y desarrollados con esfuerzo y sufrimiento durante años, décadas o siglos, durante una vida o durante generaciones- y deja a las generaciones futuras sin nada.

Todo esto me viene a la cabeza al leer hoy un artículo de prensa sobre la guerra en Libia, una guerra cuyas ondas destructivas alcanzan a todo el África septentrional y central. Una guerra perpetuada con el apoyo de los principales líderes mundiales a uno u otro bando, incapaces de sentarse y llegar a un acuerdo, en este asunto como en muchos otros, en un momento histórico en el que la cooperación parece imposible entre líderes mundiales machos alfa.

La oportunidad de una vida mejor para sus hijos

Conocí el norte de Ghana en varios viajes que hice hace unos doce años. Entonces era una región muy atrasada, donde no llegaban carreteras ni casi electricidad. Un lugar donde parecía no haber pasado nada desde hacía un milenio. Una sociedad rural muy pobre, con una economía agraria y ganadera de subsistencia, que se organizaba en torno a aldeas, tribus y clanes familiares que se apoyaban mutuamente. Los jefes tradicionales ejercían un poder paternalista por encima de los escasos representantes oficiales del Estado. 

Una sociedad que valoraba mucho sus tradiciones y costumbres -entre ellas la hospitalidad, por suerte para mí- pero que veía con interés y esperanza la llegada lenta pero progresiva de la civilización en forma de pequeñas escuelas y centros de salud, pozos que garantizaban el acceso seguro al agua potable, electricidad, herramientas agrícolas novedosas, etc, como mejores oportunidades para la vida de sus hijos.

Un grupo de niños en un campo

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 La región fronteriza entre Ghana y Burkina es uno de los lugares más fascinantes en los que he estado.

Sé que hoy todo eso ha cambiado.

La permeabilidad de las fronteras en esa zona ha convertido a todas esas sociedades rurales de Malí, Níger, Burkina Faso -y algunos países vecinos-, en rehenes y objetivo militar de los múltiples grupos armados que merodean por el Sahel. 

Grupos que reciben múltiples apoyos -directos o indirectos- de extremistas religiosos de países norteafricanos y de Oriente Medio, de traficantes de armas apoyados por la industria armamentística mundial y tolerados por nuestros gobiernos, del tráfico ilegal de metales y piedras preciosas, de mercenarios y exmilitares diversos procedentes del desmantelamiento de Estados como Libia, Sudán o Somalia. Amigos míos han sido testigos directos de cómo grupos armados han quemado y destruido escuelas y hospitales gestionados por grupos de Cooperación Internacional en Níger.

Millones de seres humanos están viendo cómo sus vidas / medios de subsistencia son masacrados ahora, mientras la esperanza se desvanece.

La solución es simple e imposible

Paradójicamente, la solución es a la vez simple e imposible. 

Bastaría con que los diez o quince mayores líderes mundiales se comprometieran con la paz, pero unos cuantos de los líderes mundiales actuales son bravucones belicosos plagados de intereses contrapuestos, agendas ocultas y una impermeable falta de ética.

Con este tipo de líderes mundiales, era sólo cuestión de tiempo que la guerra llegara al mundo desarrollado. 

Pero de eso hablaremos otro día.

Fernando GM

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